En el 2014 sufrí un accidente que me sumergió en el silencio y la oscuridad durante un tiempo. Como consecuencia perdí la movilidad de un ojo y lo más trascendental, la capacidad de recordar.
Si antes había sido una eterna migrante, ahora a raíz de esta situación, me sentía una exiliada en mi propia vida. Lentamente comencé una exploración intuitiva en la que el individuo, la luz y la sombra se convirtieron en señales para encontrar mis reflejos. Atrapar la luz me ha servido para fijar la historia de los pedazos de mi vida. Los personajes me revelan nítidamente versiones de mí misma que eran borrosas antes de capturarlas con mi lente. El retrato me permite descubrir la semejanza, la diferencia y darle forma a mi existencia.
Hoy me asombra la revelación de que mi patria es un lugar en donde creo autorretratos a través de los otros. Es así como se revela la esencia real de mi fotografía e infinita pasión por ella.